Quienes hicimos nuestros trabajos de bachillerato con máquina de escribir, y no con ordenador, ya éramos grandecitos (que no es lo mismo que grandes hitos, como adivinaba el genial Daniel Rabinovich en un sketch de Les Luthiers) cuando el idioma español comenzó a verse invadido por una serie de términos relacionados con la informática que, en la mayoría de los casos, a mí me sonaban a chino: disco duro, bit, memoria RAM, software, hardware, Internet… De todos ellos, uno siempre me resultó especialmente chocante, aunque a estas alturas es tan de andar por casa que lo usan hasta los vendedores de perritos calientes. Me refiero a la expresión por defecto. Sigue leyendo
Esto son palabras mayores
Dice el Diccionario fraseológico documentado del español actual (Aguilar), de Manuel Seco, que la expresión palabras mayores es una locución nominal que significa ‘cosa de importancia mayor de lo corriente’. Siempre se usa en plural, aunque lo denominado sea singular, de tal manera que si yo digo, por ejemplo, que me han regalado un libro escrito por Alberto Gómez Font, Xosé Castro, Antonio Martín y Jorge de Buen y alguien me responde: «Oye, eso son palabras mayores», esa expresión es triplemente correcta. Es correcto que eso sea singular y palabras mayores sea plural –como ya hemos dicho–, pero también es correcto decir que el libro son palabras mayores, porque es cierto que su contenido es de importancia mayor de lo corriente. Para colmo, el libro en cuestión se titula Palabras mayores, y este hecho es el que completa el trío de correcciones señalado más arriba. Sigue leyendo
Casi todos los caminos llevan al dosier
El otro día me preguntó un amigo cuál es la manera correcta de escribir la palabra dosier, si con una ese o con dos. La respuesta es que debemos escribirla con una sola ese, como señala la última edición del diccionario de la Real Academia Española, aunque sorprende (o tal vez no…) que esta grafía españolizada no haya sido incluida en esa obra hasta el año pasado. Sorprende porque la Academia defiende, al adaptar voces de otros idiomas, ese ideal ortográfico por el cual debería haber una letra para cada sonido y un sonido por cada letra. Según ese ideal –al que el español se acerca bastante, aunque sigue estando lejos–, en nuestra lengua no tiene sentido escribir dossier, pues no tenemos ningún sonido para la doble ese. En realidad, si consultamos varios de los diccionarios y manuales que tengo ahora mismo a mi lado, comprobamos que casi todos los caminos llevan a la forma dosier. Sigue leyendo
A vivir, que son dos días
Las redes sociales han cambiado radicalmente la forma en que los ciudadanos de a pie nos relacionamos con los medios de comunicación. Por poner solo un ejemplo: antes, para hacerle saber a un periódico que había cometido un error había que escribir una carta al director que, tras llegar al buzón correspondiente, corría grave riesgo de acabar en una papelera. Ahora es todo más sencillo: basta con redactar un tuit y etiquetar al destinatario para saber que tarde o temprano leerá tu comentario. Otra cosa muy distinta es que te haga caso, y eso (que no te hagan caso) es lo que me ha ocurrido a mí con los responsables del fantástico programa radiofónico A vivir que son dos días, de la cadena SER, a los que días atrás –y con afán constructivo, como hacemos siempre en Lavadora de textos– les indiqué que en el título de ese magacín falta una coma. ¿Saben ustedes por qué? Ahora lo veremos. Sigue leyendo
El chapapote canario se llama piche
El otro día hablaban en una emisora de radio canaria del tremendo problema medioambiental que se nos echa encima con el naufragio del pesquero ruso Oleg Naydenov, que amenaza con provocar una marea negra en las islas. En medio del programa alguien habló del peligro de que el chapapote llegara a las costas del archipiélago y poco después un oyente aclaró que en Canarias no tenemos que usar la palabra chapapote, pues para eso está el sustantivo piche, que es el que venimos empleando desde hace muchísimo tiempo para referirnos al alquitrán y al asfalto. Ese oyente, está de más decirlo, tenía toda la razón. Sigue leyendo
La valiente capitana
Hay que tener los ovarios bien puestos (y perdonen ustedes la expresión) para soportar lo que ha soportado la comandante Zaida Cantera, de la que en estos días hablan todos los españoles al conocerse el terrible acoso que ha venido sufriendo por parte de sus superiores en el Ejército. Aunque la valiente joven, como he dicho, es comandante, casi todo el mundo sigue refiriéndose a ella como «la capitán Zaida Cantera», no sé por qué. Curiosamente, solo unos pocos han optado por la forma capitana, y ese escaso uso que se le da a este femenino podría ser una muestra del exceso de testosterona que circula por nuestras Fuerzas Armadas. Sigue leyendo
América se para
Hace un tiempo hablaba yo aquí del español como «una lengua imparable», un idioma que no deja de avanzar y de renovarse pese al talibanismo gramatical de unos pocos y la lentitud tortuguesca de la Real Academia Española. Eso lo decía a cuenta del empleo cada vez más extendido del verbo incautar como transitivo: un simple ejemplo del triunfo del uso sobre la norma. Esa victoria del genio de la lengua frente a la ortodoxia se da también en los países americanos, que son los que llevan la voz cantante –por simple cuestión de peso– en cuanto al futuro de nuestro idioma. Por eso no es gratuito afirmar que, en lo que tiene que ver con el español, América se para. Y al decir que se para no estoy queriendo decir que se detiene, sino todo lo contrario: que se pone en pie. Para avanzar, por supuesto. Sigue leyendo
En casa del herrero…, cuchara de palo
Hace unos días me llevé una gran sorpresa al ver, en un texto que estaba leyendo, que un periodista, famoso por ser un eficaz divulgador de los buenos usos de nuestra lengua, había cometido un error ortográfico que tiene que ver con los puntos suspensivos y su combinación con otros signos de puntuación. No diré quién era, pues aquí no estamos para juzgar a nadie –menos aún a una autoridad de demostradísima solvencia–, pero sí les puedo asegurar que por un instante se me vino a la cabeza ese refrán que dice «En casa del herrero, cuchara de palo». O, como se lee en el título de este artículo, «En casa del herrero…, cuchara de palo». Como verán, al añadir puntos suspensivos conservo la coma que había escrito en la oración anterior. De esto es de lo que toca hablar hoy. Sigue leyendo
Un cóctel del barman don Alberto
Intentar describir brevemente a don Alberto Gómez Font es algo así como llamar camarero al artista que hace cócteles, un señor (o señora) al que en rigor debemos llamar barman. Aun así, intentaré hacer un retrato suyo en pocas líneas. Alberto Gómez Font es un barman apasionado, un conversador sereno y entretenido, de voz grave y mecedora, y también es uno de mis guardianes de la lengua favoritos, porque su alma mestiza –mezcla de Colombia y España, entre otros amores telúricos– ha hecho posible que su trabajo en el ámbito de nuestro idioma quede del lado de los tolerantes, de los que miran con el mismo respeto a la norma y al uso, de los que nadan con idéntica soltura en el mar Cantábrico y en el Caribe, de los que creen que reírse de una falta de ortografía ajena es algo bastante feo. Sigue leyendo
¿Por qué la palabra ‘ti’ nunca lleva tilde?
A muchos de ustedes les podrá sorprender que le dediquemos tiempo y espacio en este blog a tratar el asunto que se plantea en el título del artículo que leen, pues para una cantidad considerable de hispanohablantes es una obviedad el hecho de que el pronombre ti no lleva tilde. Sin embargo, tampoco es pequeño el número de personas que suelen cometer el error de añadirle a esta palabra una tilde totalmente innecesaria; por lo tanto, no está de más explicar aquí –aunque ya lo han hecho con anterioridad mejores plumas que la mía– por qué esta breve voz nunca lleva acento gráfico y, de paso, por qué tanta gente se lo pone. Sigue leyendo
