El otro día me preguntó un amigo cuál es la manera correcta de escribir la palabra dosier, si con una ese o con dos. La respuesta es que debemos escribirla con una sola ese, como señala la última edición del diccionario de la Real Academia Española, aunque sorprende (o tal vez no…) que esta grafía españolizada no haya sido incluida en esa obra hasta el año pasado. Sorprende porque la Academia defiende, al adaptar voces de otros idiomas, ese ideal ortográfico por el cual debería haber una letra para cada sonido y un sonido por cada letra. Según ese ideal –al que el español se acerca bastante, aunque sigue estando lejos–, en nuestra lengua no tiene sentido escribir dossier, pues no tenemos ningún sonido para la doble ese. En realidad, si consultamos varios de los diccionarios y manuales que tengo ahora mismo a mi lado, comprobamos que casi todos los caminos llevan a la forma dosier. Sigue leyendo
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A vivir, que son dos días
Las redes sociales han cambiado radicalmente la forma en que los ciudadanos de a pie nos relacionamos con los medios de comunicación. Por poner solo un ejemplo: antes, para hacerle saber a un periódico que había cometido un error había que escribir una carta al director que, tras llegar al buzón correspondiente, corría grave riesgo de acabar en una papelera. Ahora es todo más sencillo: basta con redactar un tuit y etiquetar al destinatario para saber que tarde o temprano leerá tu comentario. Otra cosa muy distinta es que te haga caso, y eso (que no te hagan caso) es lo que me ha ocurrido a mí con los responsables del fantástico programa radiofónico A vivir que son dos días, de la cadena SER, a los que días atrás –y con afán constructivo, como hacemos siempre en Lavadora de textos– les indiqué que en el título de ese magacín falta una coma. ¿Saben ustedes por qué? Ahora lo veremos. Sigue leyendo
El chapapote canario se llama piche
El otro día hablaban en una emisora de radio canaria del tremendo problema medioambiental que se nos echa encima con el naufragio del pesquero ruso Oleg Naydenov, que amenaza con provocar una marea negra en las islas. En medio del programa alguien habló del peligro de que el chapapote llegara a las costas del archipiélago y poco después un oyente aclaró que en Canarias no tenemos que usar la palabra chapapote, pues para eso está el sustantivo piche, que es el que venimos empleando desde hace muchísimo tiempo para referirnos al alquitrán y al asfalto. Ese oyente, está de más decirlo, tenía toda la razón. Sigue leyendo
La valiente capitana
Hay que tener los ovarios bien puestos (y perdonen ustedes la expresión) para soportar lo que ha soportado la comandante Zaida Cantera, de la que en estos días hablan todos los españoles al conocerse el terrible acoso que ha venido sufriendo por parte de sus superiores en el Ejército. Aunque la valiente joven, como he dicho, es comandante, casi todo el mundo sigue refiriéndose a ella como «la capitán Zaida Cantera», no sé por qué. Curiosamente, solo unos pocos han optado por la forma capitana, y ese escaso uso que se le da a este femenino podría ser una muestra del exceso de testosterona que circula por nuestras Fuerzas Armadas. Sigue leyendo
América se para
Hace un tiempo hablaba yo aquí del español como «una lengua imparable», un idioma que no deja de avanzar y de renovarse pese al talibanismo gramatical de unos pocos y la lentitud tortuguesca de la Real Academia Española. Eso lo decía a cuenta del empleo cada vez más extendido del verbo incautar como transitivo: un simple ejemplo del triunfo del uso sobre la norma. Esa victoria del genio de la lengua frente a la ortodoxia se da también en los países americanos, que son los que llevan la voz cantante –por simple cuestión de peso– en cuanto al futuro de nuestro idioma. Por eso no es gratuito afirmar que, en lo que tiene que ver con el español, América se para. Y al decir que se para no estoy queriendo decir que se detiene, sino todo lo contrario: que se pone en pie. Para avanzar, por supuesto. Sigue leyendo
En casa del herrero…, cuchara de palo
Hace unos días me llevé una gran sorpresa al ver, en un texto que estaba leyendo, que un periodista, famoso por ser un eficaz divulgador de los buenos usos de nuestra lengua, había cometido un error ortográfico que tiene que ver con los puntos suspensivos y su combinación con otros signos de puntuación. No diré quién era, pues aquí no estamos para juzgar a nadie –menos aún a una autoridad de demostradísima solvencia–, pero sí les puedo asegurar que por un instante se me vino a la cabeza ese refrán que dice «En casa del herrero, cuchara de palo». O, como se lee en el título de este artículo, «En casa del herrero…, cuchara de palo». Como verán, al añadir puntos suspensivos conservo la coma que había escrito en la oración anterior. De esto es de lo que toca hablar hoy. Sigue leyendo
Un cóctel del barman don Alberto
Intentar describir brevemente a don Alberto Gómez Font es algo así como llamar camarero al artista que hace cócteles, un señor (o señora) al que en rigor debemos llamar barman. Aun así, intentaré hacer un retrato suyo en pocas líneas. Alberto Gómez Font es un barman apasionado, un conversador sereno y entretenido, de voz grave y mecedora, y también es uno de mis guardianes de la lengua favoritos, porque su alma mestiza –mezcla de Colombia y España, entre otros amores telúricos– ha hecho posible que su trabajo en el ámbito de nuestro idioma quede del lado de los tolerantes, de los que miran con el mismo respeto a la norma y al uso, de los que nadan con idéntica soltura en el mar Cantábrico y en el Caribe, de los que creen que reírse de una falta de ortografía ajena es algo bastante feo. Sigue leyendo
¿Por qué la palabra ‘ti’ nunca lleva tilde?
A muchos de ustedes les podrá sorprender que le dediquemos tiempo y espacio en este blog a tratar el asunto que se plantea en el título del artículo que leen, pues para una cantidad considerable de hispanohablantes es una obviedad el hecho de que el pronombre ti no lleva tilde. Sin embargo, tampoco es pequeño el número de personas que suelen cometer el error de añadirle a esta palabra una tilde totalmente innecesaria; por lo tanto, no está de más explicar aquí –aunque ya lo han hecho con anterioridad mejores plumas que la mía– por qué esta breve voz nunca lleva acento gráfico y, de paso, por qué tanta gente se lo pone. Sigue leyendo
Mi calcáneo es solo mío (y está roto)
No digo nada nuevo si afirmo que los periodistas deportivos son para echarles de comer aparte en lo que al uso de la lengua se refiere. Una de las costumbres que más me llaman la atención de ellos es esta que les describo: desde una emisora de radio contactan con un informador que está en el entrenamiento de un equipo y que da cuenta de la sesión preparatoria. Cuando concluye le preguntan: «¿Algo más?» y el muchacho responde: «No, solo podemos añadir que Manolo sigue entre algodones por una lesión en su pie». ¿Para qué comienzan la oración con una negación si a renglón seguido añaden algo más? En fin, ellos son así (excepto el gran Manoj Daswani, jefe de deportes de Radio Club Tenerife, que hoy mismo tuvo la osadía de responder con un «sí»). Pero en esa oración –que me acabo de inventar– se registra otro uso que queda bastante feo en nuestra lengua: eso de decir su pie. ¿Acaso podría ser el pie de otro? Evidentemente, no. Lo recomendable, por tanto, es decir el pie. Sigue leyendo
Un talibán y un talibán son dos talibanes
Por si nos quedaba alguna duda sobre la crueldad de los talibanes, esta misma semana varios de ellos nos han dejado clara su condición de desalmados matando a sangre fría a más de cien personas, la mayoría de las cuales eran niños. Esa es la razón por la que la palabra talibán ha vuelto a las primeras páginas de los periódicos y, como ha ocurrido en ocasiones anteriores, algunos periodistas han cometido el error de usarla como plural, cuando en realidad lo correcto es escribir talibanes. Es probable que al hacer esto algunos de estos periodistas quieran demostrar su conocimiento de la lengua pastún (la voz talibán es en su origen un plural), pero lo único que logran es confundir a los lectores. Sigue leyendo
