No me gustan las armas, me gustan las herramientas

Llevo casi un mes dándole vueltas a una frase con la que resumir en pocas palabras la esencia de este blog. Busco una que pueda servir, por ejemplo, para un anuncio de televisión, aunque no es ese el uso que le voy a dar (no puedo decirles de momento para qué la necesito, pero pronto lo sabrán).1 Después de mil intentos, esto es lo que más me gusta: «La duda, el sentido común y otras herramientas para escribir bien». Sin embargo, si metiera ese enunciado en mi Lavadora y le aplicara el programa más riguroso, no podría usarlo. Y no poder usarlo me atormenta, porque lo cierto es que esas son las palabras que andaba buscando. ¿Qué hago? Sigue leyendo

¿Problemas con tus ex?

¿Creyeron que íbamos a hablar de exparejas? Pues acertaron. Pero también vamos a hablar de los diferentes usos de ex, complicada pareja de letras a la que le gusta presentarse como prefijo, como adjetivo y como sustantivo, y que a veces da más lata que un (o una) ex. Tanto ha dado la lata que la Real Academia Española, junto con el resto de academias que ponen orden en nuestro idioma, ha querido callarle la boca y parece que lo ha conseguido al establecer una regla muy sencilla en su nueva Ortografía. Vamos a ver cómo lo ha hecho. Sigue leyendo

Filosofía y mayúsculas

A una lectora de este blog le surgió ayer una duda por algo que vio en un artículo publicado aquí hace unos meses: quería saber cuál es la forma correcta de escribir los nombres de grupos musicales. En ese artículo yo cité de pasada al dúo El Último de la Fila y escribí el nombre como ustedes lo acaban de ver: sin cursiva, sin comillas y con algunas mayúsculas iniciales, y las dudas de la lectora giraban precisamente en torno a esas tres cuestiones. Por no demorar mi respuesta, le contesté que simplemente me había guiado por un criterio personal y discutible que consiste en aplicar en este caso las mismas reglas que se siguen con los nombres propios. Pero la verdad es que ni a mí mismo me convenció del todo ese argumento. Ahora, sin prisas, les doy a ustedes y a ella una segunda respuesta. Sigue leyendo

La modestia de un baterista

Alfredo Llanos.

Una profesora pidió hace unos días a sus alumnos de sexto de primaria que escribieran palabras acabadas en -ista. Uno de los niños, apasionado de la música, incluyó en su tarea el término baterista, y la maestra lo tachó sin miramientos. Esta buena señora, que no se tomó la molestia de comprobar si tal dictamen venía a cuento, se limitó a ejercer injustamente su dudosa autoridad. El padre del niño me llamó ayer para que le diera mi opinión sobre este asunto, pero su consulta era innecesaria, pues de entrada me aclaró que antes de llamarme había hecho lo mismo que habría hecho yo: resolver la duda en el sitio adecuado, que no es otro que el diccionario de la Real Academia Española. Sigue leyendo

¿Oyes o escuchas?

¿Es lo mismo oír que escuchar? Si atendemos a las definiciones que da el diccionario, no. Pero las definiciones son una cosa y las voces de la calle son otra. El uso correcto de los verbos oír y escuchar, que muchos –yo incluido– empleamos a veces como sinónimos cuando en realidad no lo son, no es materia nueva para los guardianes de la lengua. En este asunto unos defienden nuestro amado idioma con una intransigencia que es del todo respetable y otros optan por la tolerancia y por detenerse a escuchar esas voces de la calle, que –como el cliente– casi siempre terminan por tener la razón. Sigue leyendo

El Hierro también existe

La isla de El Hierro, como Teruel y como ese sur al que cantaron Benedetti y Serrat, también existe. El Hierro es pequeña, discreta, misteriosa y tranquila. Y una gran desconocida para la inmensa mayoría de los españoles del continente, que no sabrían señalarla si les pusieran delante un mapa de las islas Canarias. Pero como la actualidad manda, en estos días toda España habla de esa posible erupción volcánica que tiene a los herreños agitados, no por los terremotos, sino por una inesperada invasión de periodistas, científicos y militares. Y algunos de los redactores enviados desde Madrid están dando claras muestras de su pertenencia a esa mayoría que hasta hace unas semanas no tenía ni idea de que El Hierro es el sur de Canarias y tiene menos habitantes que Teruel. Sigue leyendo

Muchas verdades y un error y medio

Ya he comentado varias veces aquí la importancia de la corrección de textos como etapa inexcusable en todo proceso de edición que se precie. También he lamentado el hecho de que los departamentos de corrección de periódicos y editoriales estén desapareciendo como pago de los platos rotos de la crisis del sector. Parece como si los responsables de las empresas editoras hubieran olvidado dos cosas: que un producto de mala calidad está condenado al fracaso comercial y que los lectores –consumidores de ese producto– no son tontos. Esos dos olvidos han hecho posible que la errata y la incorrección se hayan instalado a sus anchas en muchos periódicos españoles, y no solo en los modestos: El País también está siendo víctima de esos indeseados huéspedes. No lo digo yo, lo reconoce la mismísima Milagros Pérez Oliva, Defensora del Lector de ese diario. Sigue leyendo

La carta de Espe

La carta que la presidenta Esperanza Aguirre envió hace unos días a los profesores de la Comunidad de Madrid ha sido motivo de guasa y vacilón en las redes sociales a cuenta de una serie de correcciones ortográficas que sus destinatarios marcaron en rojo chillón para escarnio de la indestructible Espe. La mayoría de los errores cometidos por el asesor de turno al que le tocó redactar la carta (¿o ustedes creen que la escribió la presidenta?) tienen que ver con las tildes, y una de las enmiendas señaladas en el texto ha sido objeto de especial controversia en Internet: los profesores marcaron como error la acentuación gráfica de la palabra cómo en la siguiente frase: «Basta con mirar alrededor o leer la prensa diaria para comprobar cómo los comercios cierran…». Sigue leyendo

Echar un vistazo y corregir

Hace unos meses hablaba con un conocido que acababa de publicar un libro y le pregunté, por pura curiosidad, quién se lo había corregido. Lo que me dijo no me sorprendió porque no era la primera vez que lo escuchaba; ya lo había oído años atrás después de leer otra obra que dejaba un poco que desear en cuanto a erratas y puntuación. La respuesta en ambos casos fue esta: «Se lo di a un amigo para que le echara un vistazo». Tras ser corregidos por amigos, esos dos libros fueron enviados a imprentas en las que trabajan profesionales y no a un establecimiento de fotocopias. ¿Por qué? Porque sus autores deseaban un trabajo de calidad. Y yo me pregunto esto: si querían un buen producto, ¿por qué no encargaron la corrección –tan importante como la impresión– a un corrector profesional? La respuesta es bien sencilla: porque este oficio es invisible. Sigue leyendo

Las comillas

La escritura es un invento fantástico: con ella podemos saber lo que piensan otras personas gracias a un código que convierte en ideas una sucesión de garabatos sobre papel o sobre pantalla, como están haciendo ustedes ahora mismo. Un garabato se suma a otros para modelar palabras, y las palabras descansan en los puntos y marcan distancias con las comas. Pero para llevar las ideas al papel hacen falta otros dibujos diminutos que nos dan pistas sobre el sentido exacto del discurso que tenemos ante nuestros ojos. Para eso están los signos de interrogación, los de exclamación, las rayas, los paréntesis, los puntos suspensivos, los corchetes… y las comillas. Sigue leyendo