Un amigo me preguntó hace un tiempo por qué tengo tantos diccionarios en mi casa. «¿No te sirve Internet?», se atrevió a decirme el muy condenado. Traté de explicarle lo necesarios que son esos libros para un corrector de textos y le hice saber que hay dudas lingüísticas cuyas soluciones están infinitamente mejor expuestas en un manual que en la Red. Yo sé, por ejemplo, que las preposiciones que hacen buenas migas con el adjetivo feliz son con (‘Soy feliz con mi nueva bicicleta’), de (‘Se siente feliz de que la quieran’) y por (‘Juan está feliz por haberlo logrado’). Y lo sé porque lo leí en el Diccionario de uso de las preposiciones españolas (Espasa), de Emile Slager. ¿Podría haber encontrado en una página web una respuesta tan completa como la que me dio este españolísimo neerlandés? No lo creo. Y aunque así fuera, Internet es incapaz de ofrecerme dos de los regalos que siempre recibo de cualquier libro: tacto y olor. Bendita sea, pues, mi colección de diccionarios. Sigue leyendo
‘Impás’ es a ‘impasse’ lo que ‘fútbol’ es a ‘football’
¿Qué es españolizar? Según el diccionario de la Real Academia, ‘dar forma española a un vocablo o expresión de otro idioma’. Llevamos siglos haciéndolo y nuestra lengua sigue vivita y coleando, así que no debemos tenerle miedo a esta sana costumbre, gracias a la cual usamos palabras como fútbol, que no es otra cosa que una adaptación de la voz inglesa football. Otras españolizaciones parece que nos cuestan más, como máster y su plural, másteres, pero todo se andará. Hoy vamos a hablar de un término que a mí me parece muy útil: impás. Los guardianes de la lengua no le tienen mucha simpatía, pero el otro día ocurrió algo que me demostró que cada uno de nosotros –los usuarios del español– puede dar pequeños pasos para la modernización del idioma. Sigue leyendo
¿Se puede adolecer de comprensión?
Hace más de un año hablábamos aquí de la palabra tema, un sustantivo cuyo uso incorrecto lo ha llevado a ocupar un lugar de honor en todo libro de estilo y diccionario de dudas que se precie. Algo parecido ocurre con el verbo adolecer, al que muchísimos hispanohablantes le dan el significado de ‘carecer’, cuando en realidad quiere decir otra cosa. Acabo de mirar siete de los manuales que suelo consultar a diario y en los siete se habla de este asunto. Todos coinciden: adolecer significa ‘tener o padecer algún defecto’ y no se debe emplear con el sentido señalado más arriba. Sigue leyendo
María Moliner y yo
Aquellos de ustedes que sean un poco maniáticos, como yo, tal vez se habrán percatado de que últimamente cito a menudo en mis artículos a María Moliner y su celebérrimo Diccionario de uso del español (Gredos). Antes también lo hacía, pero menos, y todo tiene una explicación: hasta hace unos meses yo no tenía a mano ese diccionario, y para consultarlo hacía cosas tan extravagantes como llamar por teléfono a un amigo o entrar en una librería para resolver a escondidas mis dudas. Así de complicada era mi relación con María, y no me gustaban esos encuentros a hurtadillas ni nuestras breves conversaciones telefónicas: lo que yo quería era que viniera a mi casa. Por eso no me quedó más remedio que soltar una pasta gansa para tenerla siempre cerca, sin intermediarios. Sigue leyendo
¿‘Traslúcido’ o ‘translúcido’? Vaya usted a saber…
Más de una vez he dicho aquí que la lengua española esconde algunos conflictos que traen de cabeza a los gramáticos desde no se sabe cuándo y para los que, a pesar de discusiones, análisis y debates, no se encuentra una solución definitiva. Entre ellos hay uno que podría llevarse la palma: el uso de los prefijos trans- y tras-. El desorden aquí es mayúsculo, así que si ustedes quieren saber, por ejemplo, cuál de las dos palabras que aparecen en el título de este artículo es la correcta (o si ambas lo son), yo les recomendaría que vayan por el camino más corto: consulten un diccionario. En realidad la recomendación no es mía, es de María Moliner. Casi nada. Sigue leyendo
‘Espúreo’ es una palabra espuria
Iñaki Urdangarín (con tilde) dijo la semana pasada que ciertas acciones supuestamente encaminadas a involucrar a Juan Carlos de Borbón y a su hija Cristina en el follón en el que anda metido el duque de Palma son espurias, y yo me alegro de que lo haya dicho. Me explico: no tengo la menor intención de hablar aquí del trasfondo de este culebrón judicial; lo que me gusta es que Urdangarín haya empleado la palabra espurio y no el engendro espúreo, al que tanto cariño le profesan muchas personas, incluido algún ilustre gramático. Sigue leyendo
Para eso está el correo electrónico
Cuando un corrector del montón como un servidor tiene la desfachatez de contactar con José Martínez de Sousa, maestro ortotipógrafo y lexicógrafo, para decirle que va a viajar a Barcelona y que le gustaría conocerlo en persona, cabría esperar que durante ese encuentro ambos hablaran de comas, puntos, cursivas, mayúsculas y todas esas cosas aburridas que tanto nos gustan a quienes nos dedicamos a esto. Yo tenía, en efecto, algunas preguntas que hacerle, pero lo cierto es que durante la hora larga que pasé con él no me quedó más remedio que rendirme a la evidencia de que cuando genialidad, modestia y sentido del humor se dan la mano, el poseedor de tales virtudes prefiere en ocasiones dejar a un lado sus conocimientos y charlar de asuntos tan dispares como aviones, curas y programas de televisión. Sigue leyendo
Adicción a las tildes
Una lectora que se define a sí misma como «adicta a ver las faltas de ortografía» me dio el otro día un tirón de orejas porque leyó el pronombre aquellos sin tilde en la página que Lavadora de textos tiene en Facebook. Con toda su buena intención, esta mujer me regañó amablemente, pues, según sus propias palabras, pensaba que en nuestra Lavadora «cuidaban esto» (o sea, la escritura sin faltas de ortografía). Lo cierto es que sí que cuidamos esto. Tanto lo cuidamos que, guiados por el sentido común y por las recomendaciones ortográficas de los gramáticos, escribimos sin tilde los pronombres este, ese y aquel y también sus femeninos y sus plurales. Hay que tener cuidado con las adicciones –aunque sean figuradas–, porque el síndrome de abstinencia puede llevar a más de uno a buscar la dosis en el sitio equivocado. Sigue leyendo
Una entrevista de Eduardo García Rojas
Eduardo García Rojas es un periodista de Tenerife al que me une una amistad inmensa. Dice el tópico que los auténticos amigos se cuentan con los dedos de una mano y, aunque eso es una chorrada, digamos que Eduardo vendría a ser el pulgar. O sea, el imprescindible. Tal vez por eso apenas nos vemos. Creo que alguna que otra vez ha llegado a pasar más de un año sin que nos hayamos tomado siquiera la molestia de llamarnos por teléfono. Pero cuando nos reencontramos solemos pasarlo bomba delante de unas cuantas botellas de cerveza. La penúltima vez que Eduardo me llamó fue para hacerme una entrevista con motivo de la publicación del libro Lavadora de textos. Quería sacar algo en su fantástico suplemento cultural, El perseguidor, que sale todos los miércoles con el periódico Diario de Avisos. El encuentro tuvo lugar el pasado mes de diciembre, pero el otro día Eduardo me llamó de nuevo y me dijo: «Ramón, hace tanto tiempo que grabamos esa entrevista y dijimos tantas tonterías que mejor la hacemos otra vez». El resultado lo tienen encima de estas palabras. Si hacen clic sobre las imágenes las verán ampliadas.
Ramón Alemán
Porfa, llévame este finde al cine
Una lectora de este blog me envió el otro día un mensaje en relación con algo publicado aquí. El mensaje terminaba más o menos de esta manera: «Buen finde… No creo que la RAE haya aprobado el término». En efecto, la palabra finde no aparece de momento en el diccionario de la Real Academia Española, pero lo cierto es que muchos hispanohablantes cometemos al menos una vez por semana el pecado de pronunciarla. La eficacia académica debería radicar –entre otras cosas– en su rapidez a la hora de incorporar al diccionario aquellas voces de nuestra lengua que han demostrado tener éxito, pero en este caso la carrera la ha ganado el Diccionario de uso del español (Gredos), de María Moliner, que sí incluye en sus páginas nuestro coloquial y deseado finde.1 Sigue leyendo


