Soneto lingüístico número 36
Dos cadenas me ayuntan a un lingüista
de nombre Álex Herrero, madrileño
que ejerce con rigor y terco empeño
su oficio de gramático analista.
La primera, el amor apasionado
que entrambos profesamos al lenguaje,
al misterio que esconde su engranaje,
al código ancestral que nos fue dado.
La otra es una fobia razonada
al mal de titulitis, torpe intento
que el saber encasilla y estabula.
Aparte de eso, hoy dejo confesada
una envidia envidiosa por su bula
de ser un joven sabio, raro invento.1
Ramón Alemán
