Soneto lingüístico número 5
Posee el esp
añol dos signos dobles
que exclaman e interrogan al leyente;
son siempre pares, evidentemente,
y dan a la escritura un porte noble.
Se extiende en contra de ellos un pretexto
que mata al signo primo, el de apertura.
Enfermo está el paciente de amargura
por ver que es ignorado en muchos textos.
La culpa se la echas al teclado
del móvil irritante, que no sacia
tu afán de chat veloz y atolondrado.
Herir nuestra ortográfica elegancia
con esa burda excusa es un pecado
y oculta un feo mal, que es la vagancia.
Ramón Alemán
