El primer corrector

Al escritor y periodista Ezequiel Pérez Plasencia –Zezé– lo conocí hace veinte años, cuando comencé a trabajar en el periódico La Gaceta de Canarias, en el que él ejercía un oficio hasta entonces desconocido para mí: corregía los textos que otros escribían.

Tiempo después yo empecé a hacer mis primeros cierres en ese periódico y ahora no recuerdo si le tocó a Zezé enseñarme lo esencial de aquel trabajo, pero lo más probable es que así fuera. Y un buen día entablé con él una amistad –ni estrecha ni ancha– que se había hecho de rogar y que concluyó el jueves pasado de manera injusta e inesperada.

Porque ese día Ezequiel falleció sin avisar y cuando acababa de entrar en el mejor momento de su vida, después de mil batallas contra sí mismo pero especialmente contra la mediocridad en el universo de la palabra. Nos quedan sus relatos cortos, su única novela y sus artículos de prensa. Era un maestro.

Poco más puedo añadir. Mi contacto con Zezé casi había desaparecido desde que decidió irse a vivir a Cartagena, donde encontró la paz que aquí él mismo se negó durante años. Nuestra última conversación fue breve y electrónica. Tuvo lugar en esta misma página web, un par de entradas más atrás. Allí Ezequiel me deseó mucha suerte en este proyecto y yo le mandé un abrazo que a la postre ha resultado ser el último.

Ramón Alemán