Hoy toca empezar con otra de mis batallitas de abuelo: hace una eternidad trabajé en un periódico cuyo director daba consejos que eran en realidad órdenes, y había que cumplirlas por mucho que uno supiera que el jefe no tenía razón. No la tenía, por ejemplo, cuando se empeñaba en condenar el empleo de la partícula se en construcciones pasivas reflejas porque, según decía –y al decirlo se equivocaba–, así se estaba haciendo un mal uso del pronombre reflexivo se. No sé si me han entendido, así que me explicaré: cuando este hombre veía una oración como ‘Se ha encontrado el cadáver’, ordenaba inmediatamente sustituirla por ‘El cadáver ha sido encontrado’ y añadía: «¿Es que acaso el cadáver se encontró a sí mismo»? Diecisiete años después, me permito la osadía de llevarle la contraria a aquel buen director, que ya está retirado y seguramente no se enfadará. Sigue leyendo
