Soneto lingüístico número 40
Entraron en mi casa dos chiquillos
como sabuesos expedicionarios
y al ver mi montañón de diccionarios
el asombro inflamó sus ojos pillos. Sigue leyendo
Entraron en mi casa dos chiquillos
como sabuesos expedicionarios
y al ver mi montañón de diccionarios
el asombro inflamó sus ojos pillos. Sigue leyendo
Me dieron un pasquín el otro día
que exhalaba un tufillo no fragante,
ese olor que despide el ignorante
que a la ignorancia suma su osadía. Sigue leyendo
Mi amigo sentenció, tras raudo juicio,
que vio un error brutal mientras leía:
«¡Guion sin tilde!», no se lo creía,
pues era yo el autor del estropicio. Sigue leyendo
Andaba yo escribiendo mis sonetos,
feliz, sin mencionar fuerte y audible
a Pepe Sousa, un hombre imprescindible;
fue solo un gran despiste, lo prometo. Sigue leyendo