Soneto lingüístico número 40
Entraron en mi casa dos chiquillos
como sabuesos expedicionarios
y al ver mi montañón de diccionarios
el asombro inflamó sus ojos pillos. Sigue leyendo
Entraron en mi casa dos chiquillos
como sabuesos expedicionarios
y al ver mi montañón de diccionarios
el asombro inflamó sus ojos pillos. Sigue leyendo
Hace unos años, metido en faenas de corrección en un periódico, me pasé una buena temporada yendo cada dos por tres de mi mesa a la de una compañera –María Jesús Lillo– para pedirle prestado un diccionario de consultas gramaticales y ortográficas que siempre tenía respuestas para mis preguntas. Aquel ir y venir llegó a resultar tan pesado para ambos que un buen día la Lillo me cedió indefinidamente el libro, pero me dejó una cosa bien clara: «El día que me vaya de este periódico, me lo llevo». Y así fue. Mal habría hecho si se hubiera olvidado de él, porque el libro en cuestión era el Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española, de Manuel Seco. Una joya. Sigue leyendo