Soneto lingüístico número 68
Interminables páginas cerradas 
durante décadas en mi repisa
se abrieron un buen día a toda prisa
por trocar mi tristeza en carcajadas.
Entre errores de fondo y mil erratas,
la alteza de Cervantes fue mi risa:
soplo, frescor, inteligente brisa
a base de conversa y caminatas.
Don Alonso, le debo reverencia
por ser un loco que ayudó a otro loco
a cruzar un desierto con lectura.
Cuatro siglos de espera y de paciencia
me dieron su sapiencia poco a poco
y por usted renuncio a la cordura.
Ramón Alemán
