Soneto lingüístico número 63
Si me equivoco, que alguien me corrija:
en cinco siglos de tu calendario1
no habrás visto lingüista visionario
tan grande como Antonio de Nebrija.
Fue el español su madre y fue su hija:
él retrató su frente y su costado
con ojo de científico arriesgado,
aunque Dios le apretara las clavijas.2
Nebrija, del latín enamorado,
es sintaxis, gramática y Sevilla:
la ciudad que al Atlántico imponente
le dio la seseante maravilla
en las riberas de uno y otro lado
y entregó a nuestra lengua un continente.
Ramón Alemán