Soneto lingüístico número 61
El prefijo es un fiel acompañante
que engorda y modifica una palabra:
lo añades a una voz y, ¡abracadabra!,
le cambia la sustancia en un instante.
Salvo raras y honrosas excepciones,
tendrá que ir pegadito a quien altera:
ni espacio ni guion; de esta manera
desterramos antiguas confusiones.
Si lees por doquier supermercado,
excavar, resonancia y copiloto,
y espacio no incluyó el que lo escribía,
ese mismo patrón yo he respetado
cuando en papel he puesto superfoto,
copago, rebonito, expolicía.
Ramón Alemán